lunes, 28 de mayo de 2007

AMOR PARA ESTE LIBRO


En estas soledades he sido poderoso

de la misma manera que una herramienta alegre

o como hierba impune que suelta sus espigas

o como un perro que se revuelva en el rocío.

María, el tiempo pasará gastando y encendiendo

otra piel, otras uñas, otros ojos, y entonces

el alga que azotaba nuestra piedras bravías,

la ola que construye, sin cesar su blancura,

todo tendrá firmeza sin nosotros,

todo estará dispuesto para los nuevos días

que no conocerán nuestro destino.


Que dejamos aquí sino el grito perdido

de la gaviota, en la arena del invierno, en la racha

que nos cortó la cara y nos mantuvo

erguidos en la luz de la pureza,

como en el corazón de una estrella preclara?


Qué dejamos viviendo como un nido

de ásperas aves, vivas, entre los matorrales

o estáticas, encima de los fríos peñascos?

Así pues, si vivir fue sólo anticiparse

a la tierra, a este suelo y su aspereza,

líbrame tú, amor mío, de no cumplir, y ayúdame

a volver a mi puesto bajo la tierra hambrienta.


Pedimos al océano su rosa,

su estrella abierta, su contacto amargo,

y al agobiado, al ser hermano, al herido

dimos la libertad recogida en el viento.

Es tarde ya, Tal vez

sólo fue un largo día de color de miel y azul,

tal vez sólo una noche, como el párpado

de una grave mirada que abarcó

la medida del mar que nos rodeaba,

y en ese territorio fundamos sólo un beso,

sólo inasible amor que aquí se quedará

vagando entre la espuma del mar y las raíces.


Pablo Neruda


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